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El descontrol de educar


La sensación de descontrol aunque se perciba peligrosa no deja de ser necesaria. La educación de los niños en muchos casos pasa por la incertidumbre incluso el miedo. Hay pocos motivos en una vida cada vez más automatizada que nos hagan sentir que perdemos el control, todo gira entorno a la comodidad de hacernos la vida más sencilla y relacionamos la falta de control con algo malo, con algo que no estamos haciendo correctamente o tememos equivocarnos.

Siempre hay un momento en el que la vida te pone a prueba y es cuando entras en el conflicto de pensar que quizá el terreno es más abrupto de lo que imaginabas, pero sobre todo es un momento de conflicto contigo mismo.

Cuidar de niños es algo a lo que hay que habituarse ya que no todo está bajo control.

A veces las necesidades de los niños son incompatibles con el control, el objetivo es ajustarse con tiempo, experiencia, aprendizaje práctico a las diferentes situaciones o retos que tendrán que superar y que por si solos se ajustarán para conseguir el control de ellos mismos.

La ansiedad y el miedo en su justa medida es una respuesta adaptativa que los enseña a incorporar nuevos mecanismos y que los ayuda para adaptarse a las nuevas situaciones.

A edades tempranas, la ansiedad es una situación que se vive de forma continua y natural, se tiene la constante incertidumbre de vivir un día más poniendo a prueba lo que eres capaz de hacer. De pequeños estamos tan acostumbrados a la sensación de descontrol que se vive con la ilusión y entusiasmo de cada día como si fuera el último.

Esto es algo que se ha puesto muy de moda últimamente y es la conciencia plena. ¿Que es lo que sucede en los adultos que percibimos la sensación de descontrol como si fuera algo amenazante?, lo contrario a la atención plena, es la falta de atención debido al tipo de pensamientos negativos inconscientes que debido a experiencias del pasado nos llenan de miedo e inseguridad, porque no estamos habituados a asumir riesgos (no seré capaz de hacerlo, esto no se me da bien, soy torpe…), los niños no piensan, actúan y simplemente aprenden prestando atención a los detalles, no tienen ideas que les hagan pensar que no son capaces de hacer algo, si no sucediera así probablemente sería mucho más difícil aprender y desarrollarse para adaptarse. Somos lo que pensamos.

Volviendo a la falta de control, es importante contar con la parte emocional de los niños, esa por la que muchas veces nos tiramos de los pelos, no conseguimos saber que es o qué necesitan.

En etapas poco maduras, los niños empiezan a adquirir e integrar ese repertorio de funciones y habilidades que les van a ayudar a desarrollar competencias escolares y sociales básicas. Es un proceso muy rápido en el que se dan muchos cambios y no siempre se tienen en cuenta las dificultades emocionales y del pensamiento que puede tener el niño, los niños dejan de ser conscientes plenamente cuando tienen dificultades que no logran superar y que a veces no saben como interpretar.

Estas son etapas llenas de frustraciones, rabietas, lloros, pasividad. Necesitan aprender a interpretar sus dificultades para volver a ser conscientes y superar la desilusión de no sentirse capaces o de no sentirse queridos.

Pero es así, a la vida llegamos con dolor, las propias sensaciones vitales y primarias causan dolor, tener hambre causa dolor, los órganos, los músculos, las víscera aún se siguen formando, la temperatura, los ruidos, lo que olemos y lo que degustamos.

Viven de las sensaciones externas e internas, que son las que avisan de que algo no está funcionando correctamente y que necesitan de la ayuda de alguien porque no entienden que pasa. Para ello, el amparo y la protección de la madre es vital.

A lo largo de la vida vivirán etapas que les ayudarán a tomar más control y autonomía de sí mismos, en esta progresión es necesario compensar la falta de atención de la madre con el desarrollo de la confianza básica en el niño. Asumir de manera progresiva responsabilidades les van a ayudar a sentirse más eficaces y seguros en el desarrollo de competencias básicas.

Se verán en situaciones en las que sientan descontrol, pero no asociaran descontrol con sentirse abandonados o desprotegidos.

Viven en una ambivalencia de sensaciones, tienen sensaciones que les producen placer y sensaciones que les producen desagrado, aprenden qué estímulos tienen que evitar y qué estímulos les capacitan o les estimulan.

Es inevitable que atraviesen una etapa egocéntrica en torno a los tres años de edad, etapa en la que integran pensamientos, emociones, comportamientos, es la etapa ideal para que el niño empiece a identificar sus emociones y que las comience a graduar. El niño, tiene que gritar, tiene que caerse, tiene que llorar y ser agresivo. Es imposible controlar algo que jamás ha sentido .

A medida que transcurre el desarrollo se producen nuevos aprendizajes y nuevas alternativas que lo ayudan a desenvolverse y a trabajar en convivencia con su entorno.

La norma impuesta desde fuera empieza a cobrar sentido y tiene la capacidad de identificarse con otros, desarrollar la empatía , es el momento de renunciar al “yo quiero” para dar paso a la intervención del maravilloso “sentido común” que forma parte de la madurez, estos pensamientos son los que tomarán poco a poco control de las emociones. Y aprenden a que no siempre pueden conseguir lo que quieren porque entra en conflicto con los sentimientos y emociones de otras personas.

A veces los problemas de control emocional se dan porque de alguna manera la emoción queda reprimida o no se ha expresado e interpretado correctamente. La rabia se transforma en culpa debido a una falsa interpretación de sí mismo (soy malo porque rompo cosas, soy tonto porque no se leer bien y mamá se enfada).

Todo lo que quede asociado a esas situaciones, inconscientemente queda registrado, cada vez que se produzca el acontecimiento reaparecerá el temor y la tensión, se manifestará como una repetición de aquel acontecimiento que no ha sido liberado, ni resuelto. Esto es un trauma en la infancia.

Los niños a menudo adoptan el papel de pequeños guerreros que asumen problemas propios o circunstancias familiares, se sienten responsables de solucionar los problemas que ven a su alrededor. Tanta responsabilidad para un ser que está en pleno desarrollo, al final se manifiesta de forma caótica.

Siguiendo las etapas de Piaget y su teoría sobre el desarrollo moral. No es hasta los 8 años cuando ya son capaces de entender como se siente la otra persona en la misma situación, lo que les permitiría ir superando poco a poco el pensamiento egocéntrico. Por fin, saben lo que les darle un sentido a lo que es el bien y lo que es el mal, dependerá del control que tengan de sus emociones y la interpretación que hagan de las situaciones.

Lo que empieza como el acatamiento de una norma sin más, se transforma en un razonamiento elaborado y es ahí cuando tienen la capacidad de entender lo que es mejor para ellos mismos y su autonomía compartida con otros.

Los niños se encuentran en un estado de ambivalencia continuo, es bueno proporcionarles la libertad de expresar sus emociones (reír, de enfadarse, de llorar, ilusionarse y desilusionarse).

Cada niño es diferente, cada niño desarrolla más unas capacidades que otras, cada niño aprende de forma diferente.

Es necesario ese tiempo y paciencia que no siempre son compatibles con el ritmo acelerado que sigue nuestra sociedad. La mejor manera de aprender es explorar percepciones, emociones y comportamientos. No quita que esto cause irritabilidad en los adultos, aquí los adultos necesitan un ejercicio de autocontrol. Depende del niño, del ambiente familiar, escolar, social, de sus hábitos. Es la vida y es nuestra naturaleza, así nos desarrollamos y así aprendemos.

Resulta que podemos aprender bastante de nosotros mismos a raíz del comportamiento de los niños, ellos perciben cosas de manera que los adultos por circunstancias X hemos perdido el don de reconocer, no pasa nada. Son un motivo más de vernos reflejados en ellos con otra perspectiva, la perspectiva de mejorarlos a ellos y a nosotros mismos.

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